sábado, 15 de enero de 2011

Libélulas hermafroditas de consuelo



El escenario eran todos
Yo sólo era un pensamiento
Que alguien hacia
No era yo, si no, otro imaginando
Mientras más comprendía el movimiento
Me quería menos
Me desplazaba como aquel sujeto que odiaba
No lograba dejarme llevar
Estaba atrapado en un lugar
Donde las puertas respiraban
Y las arañas eran comunes
Nunca escuché la música de ambiente
Y no conocía a nadie
Ni a mi mismo, Alberto
En la casa de las sombras
Que se escondían y jugaban con mis pupilas
La percepción de lo divinamente muerto en movimiento
Y lo vivo, traidor
El ácido se tragó mis lágrimas
No quería ser el más fuerte
Quería desvanecerme entre los fuegos artificiales
Y me desquité con la locura
No podía hablar de los demás alucinando con pinturas tercas
Rocas que hablaban
Y no me comunicaban nada
La soledad absoluta
La vida del hombre común
Que muere de pena y lo niega
En la tormenta de emociones
Un gran poder que se te otorga
Y un sólo cuerpo para contenerlo
Quería llorar
Y no pude, me quedé mirando las escaleras
De la habitación agradable
Estaba atrapado
En la lógica de escapar del mundo
Que no conocía y me juzgaba


Salvo algunas cosas, nada cambió mi vida
Me volví a enamorar de la soledad
Y explotar entre las vacas
Vacas que comían pasto y se jactaban de quién moriría primero
Flacas, negras, sin sueño, berenjenas
El cojín infinito

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