domingo, 22 de marzo de 2015

Hay amigos que no se pierden nunca.

viajábamos a pie
pues no se puede viajar de otra forma.
íbamos cantando
canciones tristes
y nos reíamos durante la noche
para alejarnos del frío
y la pena.
éramos invencibles.

amanecía en plena
alameda,
en medio de la ciudad.
no sabíamos
hacia dónde nos dirigíamos
y el clima nos acompañaba
en la piel.

Estábamos lejos
del entendimiento
imposibles de describir,
borrachos de sangre
imposibles de no existir.
Lo sabíamos todo,
nada más que explicar.
Estábamos ahí
sólo había que esperar.

serenos, cansados
alegres y hediondos
muchachos
veleros
crecidos
mundanos,
inquietos,
éramos la revancha
de nuestra generación, idénticos a todos
capaces de inventar
el poco interés
por nuestros zapatos
y reír al mismo
tiempo
de la brisa del

viento.

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